
Descubrí que mis preferidos son los últimos asientos en las salas de cadenas de cines modernos, en los otros, aun no estoy segura.
Tanto buscar la ubicación preferida, queriendo hacer la prueba como en Los Soñadores, para ver si eran los de la fila uno a los que buscaba, porque así se mantiene la ilusión de ser los primeros en recibir las imágenes y el sonido. Pero, eso no hace la diferencia, porque las ondas llegan al mismo momento a cualquier parte de la sala, más allá de la física, están y empapan toooda la caja oscura gigante.
Y claro, había que volver sólo con uno de los progenitores. Eso suena feo, pero no importa, lo relevante es que estábamos ahí solas, juntas, ella a la derecha y yo a la izquierda mirando la pantalla gigante que no se expandió, como de costumbre, con la película principal.
Estábamos en la misma posición que estuve con él cuando fui a ver Bambi, la primera película que como le dije ese día hace quince o dieciséis años, la estaban transmitiendo en una tele gigante en el centro de Santiago.
Y me iluminé- literalmente :) -, ese es el lugar que más me gusta de esas salas de cine, los asientos de la última fila al medio, pegada a la muralla forrada de alfombra oscura. Qué comodidad, qué –incluso- lindo fue una vez más, todo.
Estábamos ahí, solo las dos, disfrutando de la última aventura de Disney. Ahora, años después, en tres dimensiones. UP!, igual que con él viendo al pobre ciervito que sufre con su mamá en esos asientos de la última fila, sin nadie atrás que nos dijera algo por querer que aparecieran más imágenes, por hablar durante la función cuando no entendía algo de la historia y el Conejo Tambor no paraba de mover su pata para sacar algo de sonido, y tú, paciente me explicabas con lujo de detalles, sentado igual que hoy con ella, a mi derecha.