domingo, 30 de noviembre de 2008

Los Relojes


Algo raro había, algo un tanto inexplicable, pero que venía desde hace años. Y, eso era, los relojes puestos en las muñecas. Será, a lo mejor, el significado que trae consigo: la mantención, o el intento de auto proporcionarse un control, un dominio del tiempo. Já, como si se pudiera hacer.
Que loco, ahí surgió la asociación. Y concluyo que esas veces que hay algo que me molesta -sobre todo en hombres, seguramente porque es más notorio que en las mujeres- y no sé lo que es, miro sus brazos y siempre hay un reloj de mano en su muñeca. Si es de bolsillo, no importa, es hasta interesante, como de gusto antiguo, inventadamente caballeril. Pero amarrado al lado o sobre el hueso equivalente al tobillo en la mano, guácala, me carga. Porque, además son feos xD.



[Esa importancia que se le ha dado en el tiempo, como símbolo de algo, de seudo poder, de status, de riqueza monetaria, en fin. No gracias, prefiero andar a veces con la incertidumbre de no saber si voy a la hora o un tanto atrasada.]

jueves, 27 de noviembre de 2008

En el intermedio


No sé porqué cada vez que escucho esos temas y me acuerdo de ti, me pongo así. En realidad si sé por qué. Pero no deja de ser raro, es, inexplicable. Ver alrededor, y, claro, como dicen, cuando uno cree algo, lo llama y lo ve en todas partes, como en Phi con el 216, pero tal vez algo de eso hay, como si me fuera un extraño país (8), y veo un medio corazón blanco borroso que dibujó un mimo encima de la mano derecha, y te veo, por esas cosas en el perfil de esa página de música, mirando para el lado, y empieza un tema de Minus the Bear. La vida.


[Sigueron los 80, para que más pegada, me voy a seguir viéndola.]

viernes, 14 de noviembre de 2008

Atrapada de tuto


El sueño era el invitado de honor, embargaba todo lo que podía. Era casi una catarsis, mientras sonaba “la mejor canción de amor” en la voz de Barría, se desocupó algo la micro y se intentaba avanzar hacia la parte de atrás, no sé bien cómo llegué, pero la sensación seguía siendo extraña.

Andaba por allá arriba, las imágenes se detenían, las palabras Filosofía, Sueño(os) y cosas así no dejaban de aparecérseme. Los paisajes detrás de los vidrios se quedaban quietos. Los terminales pasaron, la municipalidad de Estación Central también, General Velázquez, y de ahí pegada.
No sé, no recuerdo bien, sólo que en Las Rejas -parece que ahí fue cuando me corrí un poco más para atrás, pero sólo parece- me quedé parada frente a los asientos naranjos, y se subieron unos jóvenes-lolos que al parecer intentaban llamar la atención. En realidad, no sé, iba escuchando música fuerte, y a esa altura era Manuel García el cantante, así que no los escuchaba, sólo me parecía al verlos. Hacía tiempo que no lo escuchaba, así que feliz lo hacía en ese momento.
El viento seguía, era un mirar las nubes por las ventanas hacia la “vereda sur” de la alameda-pajaritos, y estabas al lado mío. Me miraste, y por eso te miré. Creí que tal vez nos conocíamos, me conocías, pero me di cuenta que no, te encontré parecido al Koke, y pensé que si por esas cosas de la vida llegaba a hablar contigo (en verdad sabía que sólo era imaginación) te diría, “ui, es que te pareces al ex de mi prima”, o sea, al ex pololo de mi prima. Me di cuenta que también tenías puestos los audífonos y me volvías a mirar. A lo mejor no escuchabas música, no, en realidad creo que sí.

Iba en otra, pero entre esa voladés-pegada-extraña, te miraba y miraba para otra parte. De repente me cediste un asiento que se desocupaba cuando un niño se iba a sentar, y fue notorio, porque ese niño se echó para atrás hasta que dije, no gracias. Pensándolo ahora, tal vez me sonrojé, el niño se sentó, y seguiste ahí, tu mano, como que no se atrevía a afirmar en el fierro de la micro, yo, me puse rara.

Empecé a pensar que me estaba pasando muchos royos, pero, en eso se desocupó de nuevo un asiento frente a nosotros y nadie se sentó, tú tampoco querías, y sí, era definitivo, cada cierto rato, en realidad, ratitos muy pequeños, me mirabas -me acordé de cuando hacía eso, ¿las otras personas sentirían lo que yo en ese momento?- y me sentí observada.

Como decía, el asiento se desocupó y ninguno lo usó. Las canciones con la voz de Manuel seguían, la música fuerte. Atiné a decirle a una señora si se quería sentar, en realidad sólo lo indiqué, no quería hablar, porque debido a los audífonos, no me escucharía y además mi encía de arriba comenzaba a sangrar y no quería que eso se viera.
Seguimos ahí, raros. Te miraba de reojo, me sentía como una niña jugando a algo raro, sin saber cómo explicarlo. Eras raro, no sé, digamos que a primera vista, tu cara no era de mi gusto, pero tu presencia, tu sola presencia física (seguramente de otras maneras también) al lado mío me atraía, te miraba sin ver tus ojos, que eran verdes. Te miraba como hasta el cuello, porque hasta ahí alcanzaba por sobre mis hombros y seguía en ese submundo de imágenes sobrepuestas -y pegada- de árboles, casas y la avenida Pajaritos. No quería que te bajaras de la micro, no me quería bajar tampoco, pero estaba tranquila porque sabía que aún quedaba recorrido. Íbamos frente a esos tablones por donde está ese colegio, todavía no pasábamos Américo Vespucio.

Empezó La danza de las libélulas. La sensación, esa, empezó a nacer y florecer como aquella vez. Ui, sí, era lo mismo. No sé, me empecé a mover raro, a juntar los brazos hacia el tronco, a mover los dedos sin tocarlos entre sí, pero sin que eso se notara. Estabas al lado. Ese tema no lo había querido escuchar mucho, pero no pude, o más bien, no quise pararlo, lo escuché entero, tú seguías. Sí, era como un coqueteo, pero fue todo tan extraño.
Los asientos delante de nosotros se volvieron a desocupar, pero ahora eran tres, tres en fila, uno plomo y dos naranjos, al lado habíamos tres personas, nosotros y un niño, un joven, un lolo como de nuestra edad, o de la mía al menos, los tres mirando las sillas, ninguno queriendo sentarse.

Llegamos al 15 entre que la micro se desocupó, uno o dos de los asientos se ocupó, el plomo seguía sin nadie, los dos lo observábamos y nos observábamos. Tenía que bajarme y seguía como, eso, atrapada y volada.

Pasa el semáforo y toco el timbre, pensado y hecho. No supe si sonó, supuse que sí, pensé que si no, me bajaba después no más. Me di vuelta, antes me habías vuelto a mirar rápidamente y yo a ti aun mas rápido, fugaz tal vez. Pensaba en el supermercado y en la librería dentro de él a la que iba, y quería ir, quería bajarme, no me complicaba, no me atabas, y me bajé. Sin darte vuelta, seguiste en la micro, la vi desde abajo y me parece que Panico siguió tocando. Seguía con sueño.

domingo, 9 de noviembre de 2008

Osos y Ciudades


Así como que sé que me tengo que poner a leer y estudiar inglés porque mañana estaré toda preocupada y arrepintiéndome –sólo en parte- de no haber estudiado pudiendo hacerlo, pero es que me ha dado por escuchar a fito ¿no?, sí. Acordándome mucho de usted caballero que estudia música y de ustedes señoritas enaninas del edificio blanco que parece que al igual que quien escribe, estudian algo llamado periodismo. Y de ellas, la lindura que está a punto de terminar ese cuarto y de la violinista más volada y querible de todas. Se ha vuelto bien autoreferente este blog, pero bueno, quizás no sea malo.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Con tu sucia camisa (8)


La idea es irse, o tal vez querer escaparse. Quizás, necesitarlo, o creer que ya es necesario. Porque se dijo todo, y a quien eso estaba destinado no lo entendió, bueno, respecto a eso, mejor no darle más vueltas, no vale la pena.
Lo que vale, lo que sí vale realmente es dejar de hacer intentos que terminan siendo fallidos y irse. En realidad debiera estar escrito e irse. Pero ya da lo mismo como se escriba, lo que se escriba, a quien se escriba. Ya es tarde, ya se dejó de ser Princesa, porque ese silencio oscuro ya se levantó, ya sé que no me tienes miedo, porque ya es tarde para ser padre e hija. Tal cual lo dice Sabina. Pero eso también ya da lo mismo.
Ahora queda partir, y claro, sin duda que ese día está llegando, cada día es uno menos, uno más cerca para la despedida, o el hasta luego, hasta pronto. Tranquila, ya viene, ya se está por ir.
Eso sí está claro.

domingo, 2 de noviembre de 2008

Una llave de Fa de colores en la mano izquierda y podría ser un par de corcheas.Tal vez.