domingo, 28 de marzo de 2010

A mi tata



Me enseñaste a querer y disfrutar lo más simple, comer un poco de fruta, en especial melones y sandías o duraznos en conserva, tener unas lindas flores adelante, ver un lindo paisaje, disfrutar andando en bicicleta.
Me enseñaste a cuidar al resto, a pesar de las diferencias y una que otra molestia que pudiera existir, que ciertas cosas sólo hay que aceptarlas y a partir de eso, usarlo a nuestro favor. Que a las mujeres se les quería, se les piropeaba, pero por sobre todo, se les respetaba.
Me enseñaste a disfrutar de la tranquilidad de estar sentados leyendo un diario o una buena novela de trenes, de escuchar un buen tango o programa de radio, de tomar un té con leche calentado en la cocina con marraqueta con queso; de disfrutar esa rica harina tostada que sólo tú me preparabas tan rica con leche o con agua.
Me inculcaste que la comida no se botaba y se comía todo porque había cuántos niños que no tenían que comer en el mundo y cómo les gustaría estar comiendo lo que yo de mañosa no quería.
Nunca me dijiste que habías leído un libro de teoría política, pero siempre me repetías que eras marxista-leninista entre risas, porque éramos de izquierda, porque los de derecha son los ricos y nosotros éramos y somos parte de la clase trabajadora, que nada teníamos que ver con los que tenían plata, porque a ellos no les interesábamos nosotros. Desde chica me mostraste que había que apoyar a los movimientos sociales porque eran de los trabajadores, que había que leer diarios para informarse, me demostraste en tus pequeños actos diarios, y unos cuantos repetidos anualmente, que ser de izquierda de verdad, no significaba militar en el partido comunista, sino que ser comunista era ser honesto y humilde, era moverse con el objetivo de cambiar el mundo discutiendo y convenciendo con demostraciones concretas a los demás, sin faltar el respeto, escuchando humildemente y sin creer que se tiene la verdad absoluta.
Me enseñaste el cuidado de la naturaleza, de alimentar a los animales, de regar los árboles y no cortarlos, y cómo te enojabas cuando alguien llegaba a cortar uno, o fumaba en exceso, o ensuciaba el suelo con papeles.
Me enseñaste a cuidarme en los colectivos, me mostraste el mercado y como podías disfrutar comiendo tus porotos los días después del pago.
Me demostraste que si uno quiere puede lograr lo que se propone, que parte importante de las cosas está en las ganas y la fuerza que se ponga en esos logros personales. Que un hombre si tiene muchas vidas y que si le pone una pizca de alegría, picardía y cariño, puede hacer los días más entretenidos y risueños, con pequeños chistes y buen humor.
Me corroboraste que a pesar de las discusiones que en varios momentos, años atrás tuvimos, no hay ninguna que sea tan importante como para no hablarse por más de unas cuantas horas. Porque finalmente a pesar de cualquier cosa, siempre terminábamos con un, “tata, cualquier cosa llama”, a lo que me respondías, “vaya con dios, yo me quedo con la virgen”, y dos sonrisas terminando los malos y, mayormente, buenos ratos juntos.
Y por sobre todo, me enseñaste a vivir y a ser una parte de ti y tú una parte mía que no ha parado un instante de echarte de menos y decirte lo que sabías cuando estábamos juntos, te quiero mucho, mucho, mucho, eres una de las personas más importantes de mi vida y hoy se vuelve a demostrar que no has perdido popularidad.

26 de marzo 2010. Tania García Villanueva.
[mirame bien. te necesito igual. en algo tan pequeño como ver el día pasar]
Y a ti, gracias por avientarme-.